sábado, 13 de noviembre de 2010

El que gritaras a tu hijo fue parte del funcionamiento de la misma Totalidad


Cuando conocí a mi guru, Ramesh Balsekar, él decía que la Consciencia lo es todo. Decía que somos parte de Eso; por lo tanto, todo lo que hacemos se debe al desarrollo de la Consciencia –Todo-. Eso tenía mucho sentido para mí. Podía entender el funcionamiento de todo ello, y explicaba todo lo que necesitaba que se me explicase. Fue muy satisfactorio. Todo lo que todo el mundo hace es siempre el funcionamiento de la Consciencia. Ningún problema.
Dejé la charla y me fui a casa. Mi hijo de cinco años estaba haciendo algo que le había dicho quince veces que no hiciese. ¡Y ahí estaba haciéndolo de nuevo! Le empecé a gritar: “¿Qué diablos te pasa? ¡Te he dicho quince veces que no hagas eso! ¡Joder!, ¿es que no me escuchas? ¡Vete a tu cuarto!”. Así que se fue a su cuarto, tambaleándose con el caminar propio de un niño pequeño. Me conocía lo bastante bien como para no sentirse desconcertado por mis diatribas. Pero yo me quedé con un malestar terrible pensando: “Espera un momento. Acabo de pasarme todo este tiempo con un Maestro que me ha descubierto los secretos sobre la existencia. Lo veo, lo creo, y sé que es verdad. Desde el fondo de mis entrañas sé que lo que mi hijo estaba desempeñando, justo delante de mí, era la acción de la Fuente, y mi respuesta fue la de castigarle y reforzar en él la creencia de que era él el que lo estaba haciendo, que él era el responsable de ello”. Estaba totalmente asqueado conmigo mismo.
Al día siguiente volví a la charla –Ramesh hablaba todos los días en una casa en Hollywood Hills- y le confesé mi desliz en el Advaita: “Ramesh, me siento fatal. Me fui a casa y me olvidé por completo de tus enseñanzas. En el momento en que mi hijo hizo algo que me disgustó todo se esfumó. Le grité olvidándome por completo de que su acción era sencillamente parte del funcionamiento de la Totalidad, no de su acción egóica”.
Y Ramesh me miró con una increíble expresión de compasión (me gusta pensar que era compasión y no pena) y me dijo: “Wayne, el que gritaras a tu hijo fue parte del funcionamiento de la misma Totalidad. Tu reacción forma parte de la misma matriz existencial, ¿entiendes? Te omites a ti mismo”. E, inevitablemente, es lo que hacemos; eso es la hipnosis divina. Incluso cuando aceptamos todo el paquete, incluso cuando decimos: “Sí, lo veo. Lo creo. Es verdad. Eso es”, al momento siguiente, cuando el ego reclama ser el autor, nos consideramos los responsables y reaccionamos con culpabilidad u orgullo.

Wayne Liquorman

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