En Nadie en Casa, Jan nos conduce al reconocimiento de nuestra 
verdadera naturaleza, explicando claramente la futilidad de buscar una 
iluminación proyectada en el futuro. Podemos tener un vislumbre de que 
somos Conciencia, el aspecto trascendental de nuestra naaturaleza, y a 
continiación lo conceptualizamos como un estado ideal permanente que 
tenemos que alcanzar.
Todos somos el mismo Uno. Sólo hay 
Conciencia -consciencia más el contenido de ésta-. Esta apariencia 
presente, tal como es -lo que incluye cualquier sentido de separación o 
ego, y cualquier búsqueda de trascendencia o liberación-, ya es la 
perfecta expresión de la vida. La aceptación de este hecho, de que tu 
naturaleza es Conciencia, de cualquier cosa que se presente en este 
momento en la consciencia y como consciencia, socava el movimiento para 
trascender la separación, el ego, o cualquier otra cosa. No es necesario
 ningún estado, condición o experiencia particulares.
Miedo,
 separación, individualidad, ego, dicha, unidad, amor..., todo es un 
interminable juego de posiibilidades. Como señala Jan, en términos de un
 supuesto yo conceptual que espera ser aniquilado un día para poder 
alcanzar la "iluminación", en realidad no hay nadie en casa. Simplemente
 existe esta expresión presente de lo que es, tal como es, lo que 
comprende cualquier sensación de aparecer ahora mismo como alguien, algo
 que en realidad es perfecto.
Dejando de buscar la 
totalidad reconocemos la vida como una expresión de lo que ya es total. 
Tú, la Conciencia, eres el objeto de tu propio juego de búsqueda, y 
Nadie en Casa es una exploración de esta extraordinaria paradoja.
Nathan Gill, autor de Clarity
